martes, 8 de marzo de 2011

FÁBULA DE LA HEMBRA Y EL MACHO

En la era de los gruñidos, cuando los muchachos se disputaban en la puerta de la caverna la parte más sabrosa del animal recién cazado, quien ponía orden y daba las instrucciones era una mujer; ya que en las sociedades primitivas se vivía bajo el sistema de matriarcado.

Hasta que un buen día uno de los muchachos se cansó de escuchar la voz de mando femenina y se las agarró con la dama que encontró más cerca: su hermana. Culminada la lucha, después de propinarle una serie de garrotazos, el varón se dio cuenta que su fortaleza física era superior a la de quien alguna vez dirigiera el clan.

Después, lo comentó entre sus camaradas de sexo, cundió la rebelión y todos, munidos de sus respectivos garrotes, comenzaron a propinar golpes a diestra y siniestra contra todo lo que se movía con perfume de mujer. De esa manera instauraron el patriarcado, una nueva forma de ordenamiento del núcleo social primitivo; ni mejor ni peor que la anterior.

Parece que el matriarcado había sido muy duro, casi impiadoso con los hombres del clan, ya que después de aquella paliza con visos de guerra de sexos -primer caso de violencia familiar en la historia de la humanidad- los masculinos siguieron arremetiendo contra los femeninos con actitudes de revancha que se proyectaron en el tiempo.

Fue, entonces, que tímidamente se comenzó a gestar el primer movimiento de reclamos feministas.

Hasta que la relación de fuerzas se equilibró y la mujer comenzó a caminar junto al hombre en igualdad de derechos; a pesar de algunos trogloditas que añoran el tiempo de las cavernas, los garrotes y el privilegio de elegir la mejor parte del venado recién cazado.

vía mail, colaboración Rubén Rüedi

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