domingo, 13 de junio de 2010

Que pasa con Lilita Carrio ? , opina José Guillermo Mariani, Presbítero

“Ayer lloré ante las vejaciones a que fueron sometidos esos pobres chicos”, fueron las palabras de Carrió en la entrevista televisiva, comentando el procedimiento policial para obtener muestras de los hijos de la señora de Noble. Y en cámara, apuntó con el gesto de sus labios, un nuevo acceso de emoción y llanto.
¿Qué ha pasado con esta agria dirigente, especialista en denuncias sin probar, utilizada por la derecha para “poner la cara”? ¿De dónde esa ternura maternal para calificar de vejaciones el procedimiento seguido por los encargados de obtener las muestras para el ADN de Felipe y Marcela, autorizadas y ordenadas ya dos veces por la Justicia?
La jueza Arroyo Salgado, después de denunciar a su colega Bergesio por dilación injustificada en la continuidad del proceso que ya había comenzado con una anterior extracción de muestras, ha explicado al detalle el procedimiento. Después de haberles solicitado con diversas propuestas, que permitieran la extracción y, previo intento de aceptar las condiciones de los abogados, la negativa resultó absoluta. Se procedió entonces a esperarlos cuando volvían a su domicilio, y ambos jóvenes fueron acompañados al ingresar para que entregaran sus prendas de ropa interior desde el baño de su casa. No hubo exhibición de armas y estuvieron presentes dos miembros de sexo femenino que acompañaron a Marcela. Ante lo que había constituido una permanente negativa de permitir la extracción de muestras, no cabía otro modo de proceder, explica la jueza y afirma que habitualmente se procede con el mismo criterio respetando el pudor y los derechos de quienes se resisten a una orden judicial.
¿Por qué llora Carrió? ¿Por qué pierde repentinamente su compostura agresiva y se vuelve tierna y compasiva? Uno puede pensar que se ha dado un vuelco en su espíritu y ha mostrado sensibilidad ante un hecho discutido socialmente. “Si yo no quiero conocer mi identidad no pueden obligarme” afirma Carrió con acento de víctima, desconociendo que se trata de un procedimiento autorizado legalmente y ratificado por la Suprema Corte.
Por lo visto, sólo se ha tratado de un cambio de táctica. “Dicen que las mujeres sólo lloran cuando quieren fingir hondos pesares. Los que tan falsa máxima atesoran muy torpes deben ser o muy vulgares” (Juan de Dios Peza, poeta mexicano del Siglo XIX).
Y aquí no ha sido seguramente un hondo pesar sino un escudo para proteger la agresividad de las expresiones, junto con la diluida ambición presidencial.
En las internas del partido radical, apoyando a Alfonsín, ha despertado la incógnita de cuál será su comportamiento a la hora definitoria, como un modo de permanecer en la atención de los medios que gozan con publicar sus declaraciones.
Las lágrimas suelen ser, cuando se las ve sinceras, una expresión de solidaridad, de dolor, de impotencia, de ternura y hasta de gozo. Pero también, como hace tiempo las del ministro de Economía Domingo Cavallo ante los reclamos de los jubilados, resultan un recurso para salvarse de un reclamo de estricta justicia y teñir con esperanza superficial la preocupación de los interlocutores.

El manoseo del tema que se ha convertido en comidilla de los medios (que por otra parte no tienen otra posibilidad que defender a la insigne Herrera de Noble) hace sufrir seguramente a mucha gente. Pensando en lo que pasará en el interior de estos jóvenes, resulta muy difícil entender por qué no se termina la confusión, con un análisis de ADN que determinará, en la confrontación con el banco de datos, la identidad de ambos, y dejará satisfechos a todos, sin que por eso vayan a cambiar necesariamente las relaciones de afecto y agradecimiento para Ernestina Laura. Además, si se configura el delito de apropiación ilegítima de menores, las probabilidades de que se ejecute la pena de prisión son absolutamente remotas por muchas circunstancias concurrentes. ¿Por qué resistirse entonces?
El prestigio alcanzado por el dinero suele volverse en contra de quienes lo han logrado, cuando un resbalón descubre lo arriesgado de un proceder que brotó de la seguridad de poder esquivar impunemente las leyes, y la verdad comienza a reclamar sus derechos.

ANADig, autor Presbítero José Guillermo Mariani

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